Un tubo de cartón, dos personas y un poema.
Los elementos necesarios para trasportarse a lugares soñados, sin moverse del lugar.
Esa es la función de los susurradores de poemas, que susurran piezas literarias al oído de las personas por medio del “susurrador”.
Este arte surgió en Francia, cuando un grupo de artistas salió a las plazas a susurrar a los parisinos. Ellos preguntan al transeúnte si quiere escuchar y muchas veces les dicen que no, pero a la mayoría les encanta.
En el momento en que a la persona se le susurra en el oído la cara de éste va cambiando, es increíble, de la sonrisa a la meditación o al asombro.
La acción de susurrar es la pretensión de ralentizar el tiempo. Una irrupción poética en el espacio público invita a detenerse en este mundo apresurado para disfrutar de la palabra. Y dado que en esa ceremonia íntima se establece un vínculo lúdico entre el que susurra y el que es susurrado, la posibilidad de llegada aumenta, genera placer y enciende el deseo de tomar contacto con otros textos poéticos.
- El uso de tubos de cartón para decir cosas al oído de otros, movilizando las emociones.
- Se susurran: poesías, cuentos cortos, fragmentos de textos diversos, novelas, cuentos enteros, anécdotas cotidianas, canciones, adivinanzas, coplas, tantanes…
- El susurrador es un promotor de la lectura.
- Es un recurso atrapante para los lectores rebeldes (sin interés por la poesía)
- Genera cohesión grupal y afirmación individual.
- Genera espacios para compartir y comprometerse comunitariamente.
- Propicia el dar y el recibir.
- Habilita la lectura.
- Invita al juego
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