13 de octubre de 2012

Barriletes - Laura Lettieri


Una mañana estábamos en el recreo cuando alguien gritó que algo caía del cielo. Sentimos “paf”, nos acercamos y vimos que un hermosísimo barrilete, con una cola larga y colorida, se había estrellado en las baldosas del patio.
Mi compañero Tobías lo levantó y lo llevó al aula. Todos mirábamos extasiados el barrilete y comenzamos a imaginar de dónde habría venido. Daniel decía que venía desde el campito vecino y Carolina decía que seguramente venía de África; que un viento muy fuerte lo había empujado a través del océano hasta nuestra escuela. Nosotros no sabíamos dónde quedaba África, pero estábamos seguros de que era un lugar que estaba lejísimo, por lo que preferimos quedarnos con la explicación de Carolina.
Cuando entró la maestra, le mostramos nuestro barrilete; porque si de algo estábamos seguros era que, desde el momento en que cayó, nos pertenecía. La maestra lo levantó y lo revisó con cuidado. Luego, diagnosticó: 
—Una caña del barrilete está rota.
—¡Nuestro barrilete está herido! Nos lamentamos al unísono.
La maestra nos calmó y nos prometió que podía arreglarlo; mejor aún, que cada uno haría su propio barrilete.

Un día de viento, todos juntos remontamos los barriletes en la plaza del barrio y la señorita se ocupó de nuestro barrilete, para que no nos peleáramos, porque, aunque estuviera remendado, era el más lindo de todos.
Era una maravilla ver el cielo; parecía que lo habíamos pintado con mil manchas de colores.
Laura Lettieri

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